La semana pasada asistí al DiseÑa Forum, evento celebrado todos los años en Zaragoza organizado por el CADI (Centro Aragonés de Diseño Industrial).
Este año, aparte de las charlas asistí a uno de los workshops «Manual Thinking: herramienta para gestionar el trabajo creativo en equipo» impartido por Tomoko Nakamoto.
Lo primero que hizo fue regalar a cada uno de los asistentes un paquete de Manual Thinking, esto es una serie de etiquetas-pegatinas de diferentes tamaños y colores, una hoja grande donde poder pegarlas, y un rotulador.
Los mapas de Manual Thinking ofrecen un espacio para visualizar y comunicar ideas, proyectos y pensamientos.
Sirven como una pizarra plegable, fácil de archivar y llevar donde poder exponer tus pensamientos o los desarrollados por un grupo.
Cuando hablamos decimos muchas cosas, pero hay veces que las ideas no se apuntan, o que uno piensa que las ha apuntado el otro… Además es muy difícil acordarse de todo lo que se dice, o lo que quiere decir la gente.
Esta herramienta nos ayuda a generar y ordenar las ideas. Si es una idea diferente, la situamos lejos del grupo general, para ver luego si la queremos desarrollar, si vemos que hay ideas que pueden interesados en un futuro, las agrupamos juntas, otras que están relacionadas bajo un mismo concepto, las agrupamos bajo este…
Si apuntamos todo esto en un folio, lo único que hacemos es acumular notas. Con Manual Thinking lo que hacemos es anotar y ordenar las ideas.
Se pasa de una reunión pasiva, a una activa.
No es necesario ordenador, sino solo la mente y un rotulador para dibujar o escribir, por lo que lo pueden emplear tanto niños como mayores. Y es que cuando somos niños en la escuela lo hacemos todo en grupo, con los compañeros, pero al crecer no, porque nos volvemos más competitivos.
Manual Thinking permite poner todas las ideas al mismo nivel. Las democratiza.
Da igual quien la haya expuesto, que una vez dibujada y sobre el papel, se coloca donde debe ir, con la importancia y las relaciones que le corresponden, para evaluarla sin depender de quien la haya aportado.
Con nuestras pegatinas y el rotulador en la mano, Nakamoto nos puso a trabajar.
Para que entraramos en calor, lo primero que hizo fue que pusiéramos el primer color que se nos viniera a la cabeza en la primera de las etiquetas. Vimos que la mayor parte de los asistentes coincidíamos, ya que habíamos puesto rojo o azul. Lo siguiente fue poner una herramienta, donde pasó algo similar.
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